viernes, 11 de julio de 2008

Ser como el joven de la ektara

Llevaba un tiempo planteando "mis vacaciones" para poder acudir a un retiro de 10 días de meditación vipassana (si es que estar en el más absoluto silencio y meditando 10 horas diarias se le pueden llamar vacaciones). Hace meses, me inscribí (habían supuestamente todavía plazas para ahora en verano), y empezó el primer impedimento, el reiki, el cual debía comprometerme a no realizarlo durante mi estancia. Al parecer esta es un práctica en conflicto con el vipassana para los organizadores de estos retiros. Aceptaba sus condiciones, como muchas otras que se piden a todo aquel que desee acudir.
Pasaron los meses y fuí organizando mi trabajo y otras ofertas vacacionales bastante diferentes a la meditación como unos días en Ibiza... todo en favor de los 10 días de absoluto enclaustramiento y silencio que tenía preparados. Pero el aviso habitual de que me esperaban, etc... no me llegaba. Contacto por email y telefónicamente y me dicen que no hay problema y que estoy en la lista. Sin embargo no me llegaba el mail en el que te dicen lo que puedes llevar, cuando ir, etc... En fin, que esta semana recibo la llamada de que me encuentro en lista de espera (a 3 semanas del retiro), y que si quiero pueden avisarme si en el último momento quedan plazas.
Realmente mi reacción fue de completa impotencia y algo de rabia. Podía arriesgarme, y esperar a que me avisaran en el último momento (con el riesgo de no encontrar billete, además de los inconvenientes de "largarte de repente" y estar incomunicada durante días); o no saber nada de ellos y quedarme con un gran plantón y lamentarme por mi errónea decisión de esperar y por su poca seriedad; o buscar un plan de última hora, un viajecito a Londres por ejemplo, reorganizar los horarios de trabajo y dejar el vipassana para otro momento más propicio. Ésta última fue mi decisión.
Al dia siguiente de saber que me encontraba en lista de espera, ya me había decidido y comprado un billete de avión. Por un lado, me encontraba alegre, además procuro leer entre líneas las señales de la vida, los mensajes, escuchar mi intuición, esa precisamente que se desarrolla a través de yoga y la meditación, y pensaba que tal vez tantos impedimentos con el vipassana no eran para que perseverara en esa dirección, sino para que reconsiderara lo que beneficiara más mi interior en este momento. Pero ante la duda, decidí consultar. A menudo, tiro las cartas del Juego de la Transformaciónde Osho, que aunque no son claramente adivinatorias, siempre se ajustan como un buen oráculo a las cuestiones que se le plantean.
Les pregunté sobre la cuestión anterior, "el no esperara a saber si me cogían en el vipassana, y el optar por viajar a Londres". Me salió la carta nº7 "Más allá de la avaricia". Esta carta forma parte de otra carta la nº6 " Avaricia", y el que me saliera la 7 y no la 6 me servía de contraste para reconocer en mi decisión precisamente lo que no había hecho (la 6) y lo que sí había hecho (la 7). Avaricia, hace referencia en este caso al apego, a aparigraha (Yamas de los Yoga Sutras de Patanjali). La parábola que daba ejemplo a estas cartas era la siguiénte ("avaricia" hace referencia al anciano, y "más allá de la avaricia" al joven de la ektara, es decir, la respuesta que yo obtuve, la 7):

Os contaré una antigua parábola india...
Un gran santo, Narada, iba hacia el Paraíso. Solía viajar entre la Tierra y el Paraíso. Era como el mensajero que unía ambos mundos, hacía de puente. Se encontró con un anciano sabio, ya muy mayor, que sentado bajo un árbol repetía su mantra. Había estado repitiendo su mantra durante muchos años y muchas vidas. Narada le preguntó:
- ¿Te gustaría preguntar algo? ¿Quieres que le transmita algún mensaje tuyo al Señor?
El anciano abrió los ojos y dijo:

- Pregúntale sólo una cosa: ¿Cuánto más tendré que esperar? ¿Cuánto más? Dile que es demasiado. He estado repitiendo este mantra durante muchas vidas. ¿Cuánto tiempo más tengo que seguir haciéndolo? Estoy cansado de él, aburrido.
Al lado del anciano sabio, debajo de otro árbol, había un joven con una ektara, un instrumento de una sola cuerda, tocándolo y bailando. Narada le preguntó en broma:
- ¿Te gustaría saber cuánto tiempo te queda para iluminarte?
Pero el joven ni siquiera se molestó en responder. Siguió bailando. Narada volvió a preguntarle: Voy a ver al Señor. ¿Tienes algún mensaje para él?. Pero el joven se rió y siguió bailando.
Cuando Narada volvió unos días después, le dijo al anciano:
- Dios ha dicho que tendrás que esperar almenos tres vidas más.

El anciano se enfadó tanto que arrojó el rosario de cuentas lejos de sí. ¡Tenía ganas de pegar a Narada! Y dijo:
- ¡Esto no tiene ningún sentido! He estado esperando tanto tiempo, y he practicado todo tipo de austeridades: he cantado, he ayunado, he hecho todos los rituales. He cumplido todos los requisitos. Tres vidas, ¡es injusto!
El joven seguía bailando bajo su árbol y estaba muy contento. Narada tenía miedo pero se le acercó y le dijo:
- Aunque tú no hayas preguntado nada, yo inquirí por mi propia curiosidad. Cuando Dios dijo que al anciano le quedaban todavía tres vidas, pregunté por el joven que bailaba a su lado y tocaba el ektara, y Dios dijo:

"Ese joven tendrá que esperar tantas vidas como hojas hay en el árbol bajo el que baila"
Entonces el joven comenzó a bailar aún más deprisa y dijo:
-¿Tantas vidas como hojas hay en este árbol?
¡Entonces ya no estoy muy lejos, es como si ya hubiera llegado!, ¡piensa en todos los árboles que hay en la Tierra. Compara! Estoy muy cerca. Gracias por haber preguntado.
Y se puso a bailar otra vez. Y la historia cuenta que instantáneamente, en ese mismo momento, el joven se iluminó".



Podría haber sido como el viejo, lamentándome, apegándome a mis esfuerzos, midiendo mis "éxitos espirituales" a través de mi sadhana y los que obtendría a través los futuros frutos del vipassana y viéndo cómo finalmente tal vez no podía ir, "Yo", que había estado esperando meses y preparándolo todo, ¡¿cómo podía ser?!...
Me alegra haberme comportado como el joven de la ektara, con sus cientos de vidas todavía por cumplir, tantas como las hojas de un árbol.

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